Inceptum

“Comer, rezar, amar”, “Salvaje”, “Bajo el sol de Toscana”, “Las últimas vacaciones”, “La vida secreta de Walther Mitty”, “El camino”; podría continuar con la lista en español de una serie de películas que he visto a lo largo de la última década de mi vida, filmes que te llevan a pensar realmente ¿Qué estás haciendo con tu vida? ¿Es esto lo que quieres hacer siempre?

Mi aventura por explorar parte del cono sur latinoamericano nació después de varias horas y días de meditación y profunda reflexión. Estuve a punto de renunciar a mi empleo como docente universitaria, vender la casa que acababa de comprar, volver al momento donde un año atrás había esparcido las cenizas de mi madre como señal de despedida e hice aquella promesa en el silencio de mi mente: que sería muy feliz. Estuvo presente ese deseo de decepción por todo lo que hasta el instante estaba viviendo y que ninguno comprendía más que mi propia conciencia.

Fue ese el momento cuando me di cuenta que era hora de emprender esta aventura, considerando eso sí, lo verdaderamente arriesgado y responsable que significaba iniciar mi escapada a tierras sureñas; la verdad no estaba en lo absoluto preparada para lo que me esperaba. Este viaje también estuvo dividido por etapas, por meses, por regiones, incluyó lugares de aquí y de más allá, todo sin cruzar el charco ni pasarme del Tapón del Darién.

Llegó el momento donde soporté fuertes cambios de clima y sus consecuencias en las extremadas ―cuasi fatales― maniobras aéreas de los aviones que abordé, los golpes y morados generados por las caídas y tropezones de los caminos agrestes por los que anduve o de los témpanos de hielo que exploré; el agotamiento y las privaciones a una exquisita comida ― ¡Dios! ¡Cuánto anhelé muchas veces un platillo de esos caseros que no tienen ningún valor monetario!―, la sed y el hambre que estuvieron presentes siempre, el extremo frío antártico y el sofocante calor de la selva, la soledad y las profundas conversaciones sobre lo que dejaba y realmente anhelaba; todo sucedió en los más de 10,000 km de recorrido que hice desde que me subí en el avión que partió de la calurosa, tropical, húmeda Barranquilla hasta el día que pisé nuevamente a suelo colombiano.

Mi regreso cargaba una mochila más pesada por los recuerditos que compré en algunos lugares, pero el alma más liviana gracias al abandono de mis miedos, rencores y traumas, en cada uno de los pasos que di en mi aventura sureña. Aprendí además que, un viaje no comienza cuando subes a un medio de transporte, el verdadero éxodo aparece cuando cansada de todo, tomé la decisión de irme.

He aquí el Inceptum de este episodio de mi vida, lleno de interrogantes, reflexiones, llanto y desesperación. No fue solo armar una talega con lo básico para no afectar mi hiperlordosis lumbar por el peso, o para darle motivos a la aduana de rebuscar lo que no existe; esta peripecia inició desde el instante en que empezaron las preguntas existencialistas, cansada de levantarme y salir a laborar ―y no me quejo de mi antiguo empleo, era bueno y bien remunerado―, mi dilema existencial iba más allá.

Un momento de impulso, de esos arrebatos fugaces que te lanzan a cometer locuras sanas, fue el que me golpeó aquella madrugada mientras revisaba un artículo que debía postular a una revista científica del área de mi experticia, en ese instante decidí ingresar a la página de mi aerolínea favorita y hacer uso razonable de las millas que había ganado tiempo atrás, escogí el largo receso académico que tenemos en la semana de Pascua ―Semana Santa o Semana Mayor, como se le conoce en mi país―, y elegí como destino el país de los alfajores, el tango y el mate: Argentina.

Lo que viví, ni siquiera MasterCard lo podría pagar…

2 respuestas a «Inceptum»

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